martes, 30 de diciembre de 2008

Arquitectura templaria ¿Mito o realidad?

Pocas realidades históricas han acumulado tanta literatura legendaria y han sido asociadas con más fuerza al mundo del ocultismo, como la Orden de los Caballeros Templarios u Orden del Temple. Dejando aparte todo lo que aún no sabemos de ellos – que es mucho – y lo que sí atisbamos a vislumbrar, como ciertos flirteos de algunos caballeros o encomiendas con fenómenos místicos de carácter cognoscitivo como la Cábala o con corrientes filosóficas políticamente poco correctas de procedencia árabe, una de sus manifestaciones más controvertidas es sin duda la arquitectura; ¿Qué hay de cierto en todo lo que se afirma con relación a sus iglesias y templos? ¿Manejaban acaso un conocimiento de la arquitectura superlativo? ¿Es posible que sus construcciones tuvieran una función esotérica?

Un error interpretativo que ha perdurado hasta nuestros días es la atribución al Temple de los edificios religiosos de planta circular. Esta percepción equivocada tiene su origen en las teorías del Gran arquitecto francés Viollet-le-duc (1868), quien afirmó en una tesis universitaria que los caballeros templarios construían sus edificios con planta circular, tanto en Oriente como en Occidente, imitando y recordando la rotonda del Santo Sepulcro de Jerusalén. En su estudio, relacionaba las capillas francesas del Temple en París y en Laon con el valor simbólico del triángulo equilátero como representación de la perfección y su cuadrado, el número nueve, que coincide con el número de fundadores de la Orden del Temple.

Siguiendo esta tendencia, es común la asignación a los Templarios de edificios de procedencia más o menos desconocida, principalmente en los territorios que pertenecieron a la Corona de Castilla, de la que, curiosamente, se guarda mucha menos documentación que de su homóloga, la Corona de Aragón. El aura mitológica de la Orden ha hecho el resto; en consecuencia, es factible que si usted contrata a un constructor para hacer, digamos, un garaje y éste, además de darle planta circular olvida firmar las certificaciones, decenas de años más tarde encuentre quien defienda de forma vehemente su indiscutible origen templario.

Naturalmente, esto último es una exageración, pero no fue hasta que el historiador de arte Elie Lambert (1954) publicó un magnífico estudio, cuando por fin se pudo arrojar algo de luz sobre el controvertido tema. Resumiendo, Lambert documentó la planta de cerca de doscientas cincuenta construcciones de origen claramente templario y certificó que menos del cinco por ciento de las mismas tenían una planta circular, al menos, vagamente. En paralelo, estudió decenas de edificaciones no templarias de éste tipo y llegó a la conclusión de que la planta circular está más relacionada con manifestaciones funerarias que litúrgicas, imitando el monumento funerario por excelencia, el Sepulcro de Cristo en Jerusalén. En el caso particular español, el asunto se complica aún más porque no hay justificación histórica documental que avalen el origen templario de edificaciones tan representativas como las iglesias de Torres del Río o Eunate.



Iglesia de Torres del Río (Navarra)



Iglesia de Eunate (Navarra)


Por último Lambert demostró que, como es natural y casi consecuente, la arquitectura templaria acaba, en la mayoría de los casos, adoptando las formas y maneras típicas del país en la que se asientan, costumbre muy en consonancia con las maneras templarias: no hay que olvidar que una de las prácticas que más se les echaba en cara era su afán de manifestarse de acuerdo al territorio que les acogía, por ejemplo, en el uso de las lenguas romances en sustitución del latín, incluso con la celebración de misas excepcionales en el idioma local.

El caso particular de Castilla.

En Castilla, al contrario que en la Corona de Aragón, las órdenes religiosas estuvieron tremendamente controladas por la monarquía o, al menos, con una férrea supervisión en cuestiones financieras y relativas al funcionamiento. La explicación es clara: el esfuerzo reconquistador en la península – por momentos, exclusivamente castellano – exigía una integración total de todo aquel susceptible de combatir en la doctrina “oficial” del monarca del momento. Por ello se fomentaron en estos territorios las órdenes religiosas “propias” como las Órdenes de Calatrava o Alcántara y además, se restringieron los privilegios de aquellas a la hora de mandar dinero e incluso hombres a Tierra Santa. Éste control derivó en, primero, menor documentación propia y segundo, en un ámbito de actuación más reducido y en un menor número de manifestaciones arquitectónicas singulares.


Sin embargo, es precisamente una de ellas, situada en Segovia, la que suscita mayor número de interrogantes y cuestiones no resueltas: se trata de la Iglesia de la Vera Cruz. En primer lugar, está situada en un inhóspito lugar para una iglesia, separada del casco urbano y con un acceso, hasta hace años, no excesivamente cómodo. En segundo, su planta es tremendamente original puesto que consta de doce facetas o lados más un torreón que hace las veces de campanario. Su origen es totalmente incierto; atribuida en un primer momento a los templarios, es posible sin embargo admirar una lápida que contiene la siguiente inscripción: "Los fundadores de este templo sean colocados en la sede celestial, y los que se extraviaron les acompañen en la misma. Dedicación de la Iglesia del Santo Sepulcro. En los idus de abril, era de 1246 (nuestro 13 de abril de 1208)". De la mencionada inscripción es posible identificar que, efectivamente, la construcción se hallaba desde 1208 bajo la advocación del Santo Sepulcro, es decir, de sus caballeros, puesto que hablamos de una Orden al igual que en el caso de los caballeros del Temple. Entonces... ¿fue construida por templarios y “ganada” más tarde por sus rivales?



Nada se puede decir al respecto. Tan solo que, de la pura observación de la Iglesia para alguien con algún conocimiento, es posible advertir que el templo es seguramente de construcción anterior a esa fecha y, para complicarlo aún más, en 1531 la orden del Santo Sepulcro se unió – mejor decir, fue absorbida – a la de los Caballeros hospitalarios o de San Juan, los históricos rivales de los Templarios.

Sigamos... No hay en España – sí, sin embargo, en nuestro vecino Portugal – ningún otro ejemplo de iglesia de planta Dodecagonal. Y no deja de ser extraño en tanto son más o menos corrientes en otros lugares. El doce es un número sagrado para los cristianos, no solo porque coincidiera con el número de apóstoles sino porque en la revelación de San Juan, Jerusalén se representa como una ciudad provista de doce puertas... y la mencionada revelación es una metáfora de una expresión mística de la fuerza de la arquitectura celestial y puede que una construcción de semejantes características quiera mostrar esa conexión pero con el mundo terrenal. Para complicarlo aún más, cuando uno entra en la construcción tiene la impresión de estar en cualquier sitio menos en una Iglesia. En realidad, dentro de la estructura hay otra, más pequeña, delimitada de nuevo por doce lados y a un nivel más bajo que el del terreno y que se proyecta al exterior mediante una linterna o lucernario que hace que tenga una iluminación algo especial. La impresión que da, sin necesidad de prevaricar, es la de que nos hayamos en un lugar de recogimiento, si se quiere de penitencia pero no estrictamente litúrgico o de culto.

Ascendiendo hacia la bóveda es posible percibir una especie de cripta o al menos, de gran hendidura en la pared en la que sería posible colocar a un hombre adulto. No hay constancia de su utilidad pero es sabido que los Templarios manejaban ciertos ritos iniciáticos que no guardaban demasiado la ortodoxia de la iglesia cristiana y que, para ellos, el acto de tomar los hábitos tenía un fuerte de componente de renacimiento intelectual y moral, equivaliendo a una rotura sin fisuras con todo aquello que pudiera ligar aún al individuo con su vida anterior. ¿Se trata entonces de una cámara iniciática? ¿Se celebraba en la Iglesia, o en la construcción, algún rito de consagración para con los hermanos? ¿Tenía lugar en ella el tradicional “velado de armas” del aspirante a monje?

No es posible, por desgracia, afirmar o demostrar nada, ni tampoco, afortunadamente, dejar de hacerlo. Pero sería irresponsable y estúpido negar que la Iglesia de la Vera Cruz no es un Templo al uso; quizás puede que ni un templo siquiera. Es una maravillosa construcción que, sobre todo, es un ejemplo de un modo diferente y heterogéneo de percibir la realidad, de sentir curiosas e inexplicables sensaciones... Es, permitidme que así os lo manifieste, un teléfono directo... para hablar con uno mismo.

Intentad estar solos en ella un par de minutos.

Dedicado a http://lalinternadesegovia.blogspot.com

lunes, 29 de diciembre de 2008

Viriato, el pastor lusitano


... Y el caso es que, para lo poco que sabemos de este hombre... ¡Lo que nos ha cundido! Pastor lusitano para los portugueses y extremeño para los españoles, ambas naciones – perdón por lo de nación... no era mi intención ofender a nadie – hemos recurrido a Viriato para más lustre de las tradicionales virtudes patrias que, parece ser, son bien similares en ambos países. Sinceramente, muy poco es lo que sabemos del origen de este hombre pero, como en el caso de la mayoría de aquellos a los que se puede catalogar de extraordinarios, importa bien poco.

El caso es que, alrededor del 150 a.C. un tal Servio Sulpicio Galba mandaba a las legiones de Roma que se entretenían intentando canear a los abuelos de nuestros abuelos. Galba, taimado militar, amagó en varias ocasiones con lanzarse contra los lusitanos pero éstos, viendo la que se les podía venir encima, le mandaron embajadores con el fin de llegar a un acuerdo satisfactorio para ambas partes. Galba les recibió pero, una vez desarmados con vanas excusas, pasó a cuchillo a todo el que no fue lo suficientemente rápido para salir a la carrera y claro, uno de los más rápidos, parece que fue nuestro Viriato.

En los años siguientes los Lusitanos trataron de devolver el golpe pero, forzados de nuevo a ponerse a la defensiva, fueron cercados en alguna ciudad de lo que ahora es la moderna Andalucía; mientras los romanos se repartían los despojos derivados de su más que predecible triunfo, al otro lado de la muralla Viriato se ofrecía para salvar a sus compatriotas con una estratagema curiosa... el recién elegido caudillo se lanzaría con sus tropas contra las legiones romanas para que éstas no tuvieran más remedio que romper el asedio y prepararse para el ataque e, inmediatamente, se daría la vuelta para que en la confusión subsiguiente, cada saliera por donde pudiera. No sabemos de forma exacta si fue así pero el caso es que bien, salió.

En los días sucesivos, Viriato, con el pecho como un palomo debido a su florida victoria, siguió dando quebraderos de cabeza a las legiones con el invento español más genuino de todos los tiempos: la guerra de guerrillas... con tan buen resultado que hasta el Cónsul Cayo Vetilio cayó victima de sus emboscadas y abandonó este mundo con una espada lusitana entre pecho y espalda. Los años siguientes son escenario de un toma y daca constante entre Viriato, ya convertido en jefe de todos los lusitanos primero, y de una gran confederación de tribus ibéricas después, y los romanos hasta que un buen día, agotados ambos bandos, firman una especie de paz armada en el que los hijos de la loba reconocen al portugués como Dux o líder indiscutible de su pueblo agregando en el paquete el curioso título de "amigo del pueblo romano".

Pero, al igual que para los entrenadores la confirmación es el paso inmediatamente anterior a su destitución, el ser elegido amigo molón de los romanos siempre ha sido una candidatura firme a levantarse con la cabeza separada del cuerpo. Un año después de la firma del tratado, en el 139 a.C. los romanos contactaron con tres embajadores lusitanos, Audax, Ditalco y Minuros y les preguntaron aquello de... ¿Y que me costaría a mí esto? Costar, costó poco... poco menos que acercarse al cuerpo de Viriato mientras dormía y darle muerte de la peor manera posible y cobrar, cobraron... más no como ellos habrían deseado; cuando se presentaron al socio capitalista, el cónsul de turno les espetó eso de “Roma no paga a traidores”, se declaró no conforme la factura y fueron igualmente escabechados.

Viriato murió pero no así la causa lusitana. A pesar de la muerte de aquel líder irrepetible, los guantazos siguieron yendo y viniendo sin solución de continuidad hasta que demográficamente agotados y rodeados por Roma y sus tribus amigas, fueron pacificados definitivamente alrededor del 60 a.C. por un chaval que en aquel entonces estaba empezando pero prometía... un tal Julio César.

viernes, 26 de diciembre de 2008

La División Azul


A principios de 1941, parte de este país nuestro y la mayoría de la colección de jerifaltes que guiaba nuestros destinos, ya sabéis, como reserva espiritual de Europa que se supone que éramos, estaba “loquita” con el devenir de la guerra en el continente y con el hecho cierto de que en aquellos momentos, a las divisiones nazis no había nada que las parara. Franco, que era muy tonto pa’algunas cosas pero muy listo pa’otras simpatizaba abiertamente con la causa hitleriana pero se daba cuenta de que, a causa del penoso estado en que se hallaban nuestras fuerzas Armadas tras la contienda entre nosotros mismos, poco podíamos hacer salvo animar. Por otro lado, no era menos cierto que a los alemanes, el bando nacional les debía un par de favores... así que la solución intermedia para salir en la foto pero bien al ladito, por si había que salir corriendo a la primera oportunidad, fue enrolar una fuerza de voluntarios que cumpliera el expediente contra el malvado enemigo comunista. Hitler la autorizó el 24 de Junio de 1941

El método de reclutamiento fue sencillo. En la mayoría de las grandes ciudades españolas se crearon banderines de engancheen un proceso muy similar al que se utilizaba para enrolar a los antiguos Tercios... – a los que se presentaron, por varias razones, un gran número de jóvenes españoles, la mayoría de ellos militares o falangistas; ¿qué por qué? Pues... a ver, en aquellos días los sentimientos generados por la Guerra Civil estaban a flor de piel y, a los hijos de Stalin se les tenía por la misma reencarnación del diablo. Por otro lado, entre nosotros estaba muy presente ese ascendente combativo que según los historiadores nos adorna desde que el mundo es mundo y, por último, en el penoso estado en que quedó la economía patria tras la contienda, matar comunistas no dejaba de ser, casi, una salida laboral. Así que, de un estimado de alrededor de una brigada – unos 3.500 hombres – se pasó al de una División completa que encuadraba más de 18.000 hombres que, muy animosos, conformaron lo que en el ejército alemán se llamó la 250º División Española de Voluntarios.

Efectivamente, eran voluntarios; y animosos, ni te cuento. Cuando llegaron a las zonas de encuadramiento en Alemania – por cierto, después de atravesar Francia con algunos incidentes ante la nula simpatía que despertaron en Gabacholandia – los mandos de la Wehrmacht se sorprendieron ante la masiva presencia de instrumentos musicales entre los soldados, la nula pulcritud de su apariencia y comportamientos – iban la mayoría sin afeitar y mostraban demasiado cariño a cualquier alemana que se les acercara a menos de un par de metros – y su curioso uniforme, mezcla heterogénea de los pantalones de un legionario, la boina de un requeté y la camisa azul que no popularizó Zara sino el fundador de la Falange. De ahí el nombre con el que fueron conocidos... La Blau Division o División Azul.

En fin, el 20 de agosto de 1941 y bajo el mando de Muñoz Grandes, la división de españoles, ya equipada a la manera alemana, efectuó su juramento y se encaminó hacía el frente ruso donde, en aquel momento, las mejores divisiones alemanas intentaban sacar fuerzas de flaqueza para vencer al frío y efectuar un ataque hacia Moscú que fuera definitivo. Como ni siquiera Alemania tenía excedentes de materiales, una vez llegaron a Polonia, tuvieron que cubrir la última parte de su viaje a pie e incluso en bicicleta, hasta que llegaron a Smolenks y más tarde a los alrededores de Leningrado donde quedaron encuadrados en una amalgama de fuerzas de variado porte que recibía el nombre de decimosexto Ejército.

Y allí empezó lo peor. En aquella época del año y en aquella zona, como diría mi madre, por las tardes refresca... hasta el punto de que los voluntarios españoles, muchos de ellos procedentes de Sevilla y Valencia – las dos ciudades donde más y mejor se respondió al llamamiento – tuvieron que lidiar no solo con miles y miles de hijos de la madre Rusia que al fin y al cabo estaban defendiendo su patria sino con temperaturas de hasta treinta grados bajo cero y sensaciones térmicas aún peores. Con escaso apoyo de artillería, con la cadena logística alemana al límite y cubriendo un frente muy superior al de las propias posibilidades, no obstante se manejaron bien, hasta el punto de que se ganaron una muy buena reputación entre los mandos alemanes que decidieron que la División Azul podía manejarse sola perfectamente... Pues eso, manejarse sola, les costó 4.954 muertos y unos 10.000 heridos y fueron necesarios más de 45.000 reemplazos para que la fuerza combativa de la unidad no menguara hasta lo insostenible. De este número, más de mil fueron consecuencia de un furibundo ataque que los soviéticos lanzaron en una zona de arrabales que rodeaba la ciudad de leningrado conocida como Krasny Bor y que los españoles detuvieron milagrosa y desesperadamente, a culatazos en medio de un metro de nieve...

Mientras tanto, en España, a Franco le sonaba el teléfono día sí día también con variadas presiones del bando aliado para que abandonara una causa que tenía, cada vez más, muy mala pinta. Tras unas duras negociaciones la División fue repatriada a partir de octubre de 1943. Mucho más tarde, el 2 de abril de 1954, el buque Semíramis, fletado por la Cruz Roja, repatrió a los últimos 286 Divisionarios, procedentes de los campos de prisioneros Soviéticos. Así se les pagó su odio hacia todo lo que sonara a ruso... Mientras que la media de internamiento de los aliados del Eje fue de entre cuatro y cinco años, a los divisionarios se les “obsequió” con doce... como a los mismos alemanes.
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LAS CLAVES
  • Curiosamente, Barcelona respondió muy bien al llamamiento y, según el embajador alemán en España, solo en la Ciudad Condal podía haberse completado la plantilla de la División.
  • En el entrenamiento llevado a cabo en Alemania, los españoles echaron en falta sobre todo la variada - dentro de las penalidades - dieta mediterránea. De hecho, los dos únicos conatos de motín fueron por la comida.
  • Los divisionarios se revelaron - vaya usted a saber porqué... - como estupendos esquiadores. De hecho, los mejores y más arriesgados movimientos de flanqueo al enemigo los realizaron compañías de esquiadores, en ocasiones por encima de lagos helados.
  • El Alto mando alemán no confiaba en la habilidad española para pasar a la ofensiva pero por el contrario, valoraba muchísimo su habilidad en la guerra de trinchera y su capacidad de aguantar penosamente bombardeos de artillería y asaltos masivos de infantería. Al parecer, los alemanes se sentían confiados cuando era un pelotón español el que compartía emplazamiento con ellos y a los rusos les sacaba de quicio el gusto de los nuestros por tocar acordeones y otros instrumentos musicales, en ocasiones, entre ofensiva y ofensiva.
  • El general que dirigía la artillería alemana en la zona de Leningrado, un tal Jürgens, proclamó... "Si en frente os encontráis a un solados mal afeitado, sucio, con las botas rotas y el uniforme desabrochado, cuadraos ante él, es un héroe, un español..."

En las librerías:

http://www.casadellibro.com/libro-la-division-azul-sangre-espanola-en-rusia-1941-1945/2900001014777

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Adrianópolis, 9 de agosto del 378 d.C.

En el año 376, el emperador romano Valente, tan sincero, valiente y capaz en lo diplomático como torpe en lo militar, concedió permiso a los visigodos para cruzar el Danubio y establecerse en el Imperio. Los visigodosgodos del oeste en sentido literal – buscaban desesperadamente escapar de la amenaza de los hunos que iban arrasando con todo lo que se encontraban desde que empezaron su viaje en las estepas centrales de Asia. Valente designó a varios oficiales para que guiaran a los visigodos y les establecieran como campesinos en las zonas más despobladas, buscando que una vez en territorio romano se convirtieran en el futuro en reclutas para sus legiones y, lo más importante, empezaran a pagar impuestos lo antes posible. Los oficiales, más torpes y avariciosos que su jefe, se dedicaron a exigir los impuestos y poco más, y todo de la peor manera posible. En un tiempo record, por lo breve, los hastiados y desilusionados visigodos declararon la guerra al Imperio.

Al cabo de dos años, la situación no tenía trazas de mejorar sino todo lo contrario. Los visigodos ocupaban una amplia zona limítrofe con la frontera administrativa del Imperio y, de hecho, se habían convertido en la única autoridad en aquellos lares, derrotando con escarnio a los sucesivos contingentes que Valente había mandado contra ellos. Harto, Valente reunió personalmente a la élite de unas legiones que, aunque ya no eran las que dominaban como antaño los campos de batalla de toda Europa, aún eran un hueso durísimo de roer... Infantería pesada y ligera, caballería acorazada, exploradores del norte de África, arqueros sirios... se pusieron al lado del emperador y emprendieron camino hacia la provincia romana de Tracia – el actual norte de Grecia – para acabar de una vez por todas con la amenaza visigoda.

Este contingente llegó a su destino y encontró a su enemigo, aparentemente tranquilo y despreocupado, cerca de la ciudad de Adrianópolis. Curiosamente, en el mismo momento aparecieron por el horizonte varias docenas de jinetes de caballería que escoltaban a un mensajero de Graciano, emperador de la mitad occidental del Imperio; el mensajero, agotado, explicó que los ejércitos de Roma volvían vencedores de sus campañas en la otra punta del Imperio y que Graciano pedía a Valente que le esperara, para que el golpe no tuviera más remedio que ser definitivo. Valente dudó; sus propios exploradores le habían informado, mal, de que poco menos de diez mil hombres les esperaban en el campamento enemigo, que no tenían caballería y que había gran número de mujeres y niños entre ellos. Además, el propio jefe de los visigodos, un tal Frigiterno, se había avenido a celebrar una entrevista para definir los términos de una posible paz y, ¡qué diablos!, ¿Acaso no tenía Valente el mismo derecho a reclamar su pedazo de gloria?

El emperador romano despidió a Frigiterno con malas palabras y, aunque sus mejores consejeros le suplicaron que esperara los posibles refuerzos, se encaminó contra el campamento de carros donde acampaba el enemigo, en lo alto de una loma rodeada de campos de trigo. Los visigodos incendiaron los campos, con la intención de confundir al enemigo y la infantería de Valente, interpretándolo como un sigo de debilidad, cargó. El primera ataque fue un fracaso total; en medio del humo y de las flechas visigodas, no alcanzaron la cumbre pero, haciendo honor a sus antepasados, se reorganizaron con rapidez y se prepararon para atacar por segunda vez...

... pero en ese mismo momento, la caballería visigoda, que estaba fuera del campamento y volvía de saquear a discreción, apareció de improviso y se lanzó sobre la infantería romana, que no daba crédito a lo que se venía encima; lo que se le venía encima era, nada menos, que unos diez o quince mil jinetes, puede que veinte mil, de la mejor calidad y que, para más inri, venían descansados y se veían en la situación que todo jinete de caballería considera como la ideal... una carga contra enemigo... cuesta abajo. La caballería romana, de menor entidad y mucho menos preparada, simplemente desapareció. Las lanzas de la infantería, de menor calidad que las que habían tenido las legiones de un Julio César o un Trajanoen aquel entonces las sucesivas crisis económicas habían hecho empeorar la calidad de la manofactura del armamento legionario – se quebraban a los primeros impactos y los legionarios se veían obligados a repeler a la infantería a espadazos. Sucesivos grupos de hombres fueron eliminados entre las llamas y el humo, agotados y sin posibilidad de reagruparse. Valente, al menos, si lo consiguió; acompañado de su guardia personal, primero rechazó varios ataques visigodos y, cuando ya eran menos de unas docenas los que lo acompañaban, huyó hacia una granja para organizar la última resistencia. Los visigodos lo le permitieron hacerlo: prendieron fuego a la granja y la quemaron... al igual que todo lo que había en su interior.

Era el 9 de agosto del 378 d.C.

Adrianópolis, mayor desastre militar romano desde Cannas, marco el punto de no retorno en lo militar. Jamás volvió el Imperio a recuperar la iniciativa en el campo de batalla. La era en que la infantería dominaba el campo de batalla estaba por concluir; la lanza larga, el contus, y el jinete acorazado aparecían en el horizonte, para dominarlo todo.
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En la red:
En las librerías:

lunes, 22 de diciembre de 2008

Encuesta "¿Cuál de estas historias bíblicas tiene alguna posibilidad de revelarse cierta?"

Hola a todos.

Curioso me parece, en principio, el reparto de respuestas y porcentajes en esta pregunta... Porque un servidor pensaba y piensa que, bien mirado, la opción más clara científicamente o, al menos, más alentadora, es precisamente la menos votada... Una estrella de Belén ninguneada en la encuesta pero casi asegurada a tenor de las declaraciones de varios astrónomos y estudiosos.

Curioso... Muy curioso.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Gengis, el dueño del mundo



Según el imaginario mongol, un día el profeta Noé repartió su reino entre sus tres hijos: Can quedó como patriarca de los negros, Sem como jerarca de los árabes y persas y Jafet como luz de los turcos y mongoles. Según esa misma leyenda, uno de los biznietos de Jafet, Oghuz, se negó a mamar hasta que su madre se convirtiera al Islam y al advertir que sus hermanos querían asesinarlo, consiguió huir. A medida que los hermanos crecían iba acelerándose el odio entre turcos y mongoles y un día los primeros prácticamente exterminaron a los segundos; tan solo dos hombres y dos mujeres consiguieron escapar a un valle en medio de unas inaccesibles montañas...

Siguiendo con esta bonita historia, los mongoles se multiplicaron de tal forma que al poco, su escaso reino se reveló insuficiente y, gracias a un enorme brasero que construyeron con la piel de setenta vacas, consiguieron fundir una de las montañas que taponaba el valle, que estaba hecha a base de mineral de hierro, quedando a la vista un amplio paso por el que varias de las tribus que formaban la familia mongola empezaron la reconquista de sus tierras, con un tal Gengis Kan al mando...

Semejante relato no tiene ni pies ni cabeza; más que nada porque Gengis Kan murió en el 624 de la Hégira y es imposible cuadrar este dato con los más de setecientos años que pasaron entre sus andanzas y las de su tataratatarabuelo Oghuz pero no deja de ser revelador de la insigne relevancia que para los mongoles tenía la figura de su más famoso miembro, "Gengis", el hombre que consiguió la proeza de reunir el reconocimiento absoluto de todas las tribus y clanes mongoles, formando de éste modo, uno de los Imperios más grandes de la historia de la humanidad. Solo unas décadas antes, estos mismos clanes andaban dispersos por un enorme territorio que limitaba con China y que, formado a base de desiertos y mesetas heladas, prometía, básicamente, la nada. En esta gigantesca extensión los mongoles pastoreaban y se movían atendiendo a las condiciones climáticas, con el fín de procurar el mejor pasto posible a su ganado, cambiaban productos procedentes de sus reses por elaboradas manofacturas procedentes de China y Siberia y, en último extremo, cultivaron la nota predominante de su carácter, nota definitoria que les iba a procurar la supremacía muchas décadas más tarde... una valentía y una resistencia a las dificultades inigualables.

Primero fueron contratados como mercenarios, fundamentalmente por la dinastía Song, uno de los dos bandos que en aquel entonces andaban a la gresca en China, junto con el Manchú. Justo por esta época debió de ver la luz Temujin, el verdadero nombre de Gengis Khan, que viene a significar "el acero más fino". De familia culta y más o menos noble, determinadas circunstancias dieron con sus huesos en, prácticamente, la indigencia, pero el cultivo de varias buenas amistades y su lealtad a toda prueba le procuraron la posibilidad de escalar de nuevo la pirámide social mongola y gozar de una reputación que iba a crecer de forma superlativa. Temujin se movió, con agilidad sibilina, entre la red de conjuras que se tejía entre los diversos clanes mongoles, sobrevivendo a un intento de asesinato, consiguiendo castigar a los secuestradores de su madre e incluso, cuando ya se sentía lo suficientemente fuerte para dar el golpe de gracia a sus enemigos, capturando al que había sido su mentor, Jamuka, y ordenando su asesinato. No esta mal para alguien que no muchos años antes se veía obligado a robar para mantener el estómago lleno.

A partir de ahí, comienza la verdadera historia de Gengis; haciendo honor a su nombre – pues Gengis es "Océano" en mongol – comienza una campaña de dominación contra sus pueblos limítrofes y poco a poco van cayendo los ejércitos de los tártaros, tayikos, uzbecos, nomatais... No esta claro que fue lo que le llevó a desencadenar operaciones de tal magnitud; puede que la falta de pasto, las malas cosechas o quizás una explosión demográfica pero lo cierto es que, en aquel momento, China entera temblaba ante las acometidas de los hábiles jinetes mongoles e incluso el Imperio Musulmán rezaba sus mejores oraciones para persuadir a Gengis de que era conveniente dar la vuelta. A ninguno de ellos les sirvió de nada. Gengis arrasó la mitad de China tras atravesar la Gran Muralla en 1211 y solo la posibilidad de un contrataque de tribus hostiles en uno de sus flancos le hizo desistir y plantearse un aplazamiento que no una retirada; sería su nieto Kublai el que liquidara definitivamente las esperanzas Chinas de seguir manteniendo cierta independencia como nación. Inmediatamente después, y con la excusa de un ataque a una caravana de mercaderes, Gengis arremetió contra el mundo musulman. El Sha ala – al –din no pudo más que plantear una débil resistencia que no impidió que la mitad de Persia y grandes zonas de Armenia fueran, a partir de ese momento, meras provincias de un Imperio en donde tampoco se ponía el sol. El gran Khan, el "castigo de Dios", había dejado un reguero de sangre desde Asia central, pasando por Irán, hasta el Caúcaso y las llanura rusas del norte... y su nombre aterrorizaba a media Europa que pensaba que nada iba a detener a ese ejército perfecto de jinetes perfectos y arqueros perfectos.

En 1223 cualquier resistencia a los deseos del Gran Khan estaba finiquitada y este conquistador, implacable e inteligente pero del que no sabemos mucho más, se retiró a sus teritorios de partida, aseguró algunas de sus nuevas conquistas en el viaje de vuelta y se dedicó, básicamente a no hacer nada, quizás pensando que iba a hacer ahora con semejante mosaico de pueblos y provincias y que lejos estaban los días en los que sus ancestros tuvieron que fundir una montaña para salir a buscar algo que llevarse a la boca.... Murió en 1227.

Gengis si hizo, realmente, algo más: nos dejó el Yasaq, un texto que codifica muchas de las más importantes prohibiciones del mundo mongol. Prácticamente todas estaban relacionadas con el fuego, elemento sagrado para ellos, y son tantas y tan variadas que parece imposible que un mongol se acostara una noche sin haber infringido, al menos, media docena de ellas. Algunas de las más curiosas son:

- Poner un cuchillo en contacto con el fuego.
- Lavarse o lavar la ropa (al parecer, si se hacía las posibilidades de caer fulminado por un rayo eran enormes).
- Hollar en el umbral de los aposentos reales.
- Tomar a la vuelta el mismo camino que a la ida.
- Derramar leche o alimentos en el suelo.
- Capturar pájaros.
- Golpear al caballo con la brida.
- Gritar al caballo.
- Ofrecer la mano izquierda.
- Escupir un alimento que hubiera sido ofrecido por otra persona... ¡Aunque fuera para no ahogarse!
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Curiosamente, los mongoles pasarían a la historia por algo más, aunque a ellos no les dió tiempo a "disfrutarlo". Este pueblo es el único que ha conquistado Rusia... en invierno. Sus caballos, resistentes y enjutos, cabalgaban de maravilla en los lagos helados de las estepas rusas.
Saludos.

Patton, sangre y agallas


Existe un tipo de personas a las que la sociedad tolera, pero no admite. Son necesarias, pues su claridad de ideas, empuje e inteligencia son superlativas - y casi podríamos decir, excesivas - pero su verbo fácil, su incapacidad para medrar y su tendencia a llamar a las cosas por su nombre las hace dejar demasiados enemigos por el camino y terminan en el cuarto oscuro de la historia, seguramente solo entendidas por aquellos que tuvieron la oportunidad de conocerlas de primera mano.

George Patton fue una de estas personas. Defensor a ultranza del uso de los blindados y, posiblemente, mejor general en el escenario europeo durante la Segunda Guerra Mundial, la gran mayoría de los lectores ocasionales de este periodo histórico asocian la imagen de Patton como un guerrero puro y feroz, un líder militar salpicado por variados casos de insubordinaciones y transgresiones y una persona que sufrió frecuentes periodos de fuerte inestabilidad emocional. Todo esto es cierto, más o menos; pero lo que tampoco puede negarse, por más que tengamos dificultad para simpatizar con el personaje, es que Patton, con su tendencia a actuar, a reaccionar ante las dificultades y a coger al toro por los cuernos, redujo considerablemente la duración de la guerra y el número de bajas aliadas y, seguramente, las hubiera reducido aún más si otros generales, menos dotados pero políticamente correctos hubieran estado por debajo y no por encima de él. Empecemos...

Patton era californiano, originario de una familia con nulos problemas económicos y una gran tradición militar que había sido protagonista en la mayoría de los conflictos en los que se habían visto involucrados los Estados Unidos. Con semejantes antecedentes, el joven George acabó, como era de esperar, graduándose en la Academia Militar de West Point pero de un modo nada notable, por cierto; al parecer Patton estudiaba con gran intensidad las materias de literatura clásica e historia militar, donde destacada incluso por encima del profesorado pero, sin embargo, era una nulidad en otras como ingeniería o mecánica. Por eso y por una dislexia que le perseguía desde pequeño, durante los años en la academia nunca consiguió destacar por encima de nadie salvo por sus excentricidades. Y es que, ni corto ni perezoso, solía defender ante sus compañeros teorías relacionadas con la reencarnación y se veía a sí mismo como el sucesor de variados personajes históricos, sin ponerse ni “colorao”.

En cualquier caso, Patton ya era considerado por medio ejército americano como un bicho raro y como en aquel entonces los tanques también lo eran, al empezar la Primera Guerra Mundial fue asignado a una unidad de blindados estadounidense que acabaría participando en la primera batalla en que éstos fueron usados de manera significativa, Cambrai, recibiendo numerosas y variadas condecoraciones porque al parecer, fue uno de los pocos que entendió como debían utilizarse semejantes ingenios. Entre el currículo vitae que se labró durante aquellos días y el aprendizaje que llevó a cabo en los años siguientes, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, la elección de Patton como comandante de todo lo que se moviera gracias a cadenas se reveló obvia y así, tras un primer disgusto en Kasserine, se puso al frente de las fuerzas aliadas en el norte de África, formando junto a su íntimo enemigo, “Monty”, una tenaza que echó a los alemanes al mar.

Como resultado de su éxito, Patton recibió la misión de recuperar Sicilia, de nuevo al alimón con Montgomery y, a pesar de que ambos no podían verse ni en pintura, salieron de nuevo triunfadores, eso sí, un poquito más el americano que el inglés, ya que Patton extenuó virtualmente a sus tropas – y contravino una medía docena de órdenes expresas... – con el fin de llegar a Messina antes que su rival. Y a partir de aquí, paralelamente a su fama, aumentaron también sus excentricidades y sus meteduras de pata; dejando aparte su gusto por enardecidos discursos que parecían sacados de otra época, era capaz de defender y apoyar a sus hombres hasta el límite pero aquellos que, según él, no alcanzaban el nivel de “hombría” necesario, figuraban permanentemente en su punto de mira... De hecho, varios de ellos que descansaban en un hospital aquejados de “fatiga de combate” fueron abofeteados por Patton, que se negaba a que se utilizaran camas para aquellos que no presentaban heridas ni mutilaciones. El alto mando le hizo disculparse públicamente pero nadie podía ya cambiar a ese “perro viejo” que era incapaz de entender la guerra de otra manera y que entre sus hombres era conocido como "sangre y agallas"

Por todo ello, y por la enorme veneración que los mismo alemanes sentían por Patton – le consideraban, con mucho, el general aliado más capaz y sus libros se leían en las academias alemanas como si fueran de texto – el alto mando aliado decidió retirarle del servicio y ponerle al mando de un ejército “ficticio” compuesto por carros y camiones de lona, que debía servir para confundir a los alemanes antes del desembarco de Normandía y “fijar” divisiones alemanes fuera de la zona del verdadero ataque aliado... y era tal el prestigio de Patton, que así fue.

Un mes después del desembarco, a Patton le aguardaba su última oportunidad: Bradley y, sobre todo, Eisenhower, confiaron en él para mandar una fuerza que debía romper el cerco en el que estaban sumidas las divisiones aliadas y ganar terrero en Francia lo más rápidamente posible. Y Patton, agradecido, lo hizo tan bien que cubrió novecientos kilómetros en dos semanas y de hecho, la logística estadounidense era incapaz de suministrarle el combustible necesario para que sus tanques continuaran la lucha... y eso sí, sin renunciar a su personalidad, ya que continuamente llevaba a sus mandos de sobresalto en sobresalto; En una ocasión Bradley le vio ejerciendo de una especie de guarda de tráfico en medio de un barrizal por el que los tanques americanos no eran capaces de conducirse y en otra, al cuestionar el pobre avance que estaban realizando sus divisiones, Patton le respondió... “Brad... mis hombres pueden comerse el cuero de su cinturones si se lo pido pero por ahora son incapaces de mear la gasolina necesaria para que funcionen sus tanques”.

Patton, en su loco avance, ayudó a la 101ª División aerotransportada a aguantar en Bastogne, liberó la mayor parte del sur de Alemania y estaba a punto de entrar en Checoslovaquia cuando recibió la orden de parar. George, con los ojos fuera de las órbitas, acató una decisión que, de hecho, iba a hacer que el país centroeuropeo quedará dentro de la influencia Soviética durante los próximos cincuenta años y harto de todo y puede que las facultades intelectuales algo “tocadas”, se descolgó con unas declaraciones en las que abogaba con continuar la guerra, eso sí, contra los rusos. Fue demasiado. Se le retiró discretamente de la escena destinándole a un mando militar en el que no tenía autoridad más que sobre el ujier que custodiaba la puerta de su despacho y, quizás para su descanso, la providencia lanzó contra su coche una camioneta el 9 de diciembre de 1945. Murió doce días después.

Patton no tenía término medio. Con una personalidad forjada con la lectura de textos sobre las guerras púnicas o las legiones romanas, no estaba hecho para una época en la que el poder político dar órdenes al militar. Brillante en términos tácticos y operativos, capaz de las mayores muestras de cariño con sus hombres y también del más vejatorio de los tratos, lo cierto es que sin él, otros militares más “correctos” que llenan las páginas de los libros de historia, hubieran alargado aún más la guerra, acarreando aún más sufrimiento. Afortunadamente para ellos, tenían un “loco” necesario, un "duro" en quien apoyarse, al menos, durante el tiempo que fuese imprescindible.
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"Las guerras no se ganan con hombres que mueran por tu país, sino haciendo que otros pobres desgraciados mueran por el suyo" - G.S.Patton
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domingo, 14 de diciembre de 2008

Encuesta "Cúal de estos cuadros capta mejor la importancia del momento histórico?

Hola a todos.

Como cabía esperar ha sido el cuadro de Goya, "los fusilamientos del 2 de mayo" el que ha sido elegido como más representativo de su momento particular. Un gran cuadro, que dice muchas cosas, hace sentir otras tantas y nos recuerda el dolor que por aquí sufrimos, hace doscientos años. A mí me gusta muchísimo, aunque he votado por la "Jura de Santa Gadea" que me parece impresionante... y eso que, según las últimas investigaciones, seguramente no fue allí.
Saludos

En busca del Arca de la Alianza

El caso es que, además de salir en una de las películas de Indiana Jones, ¿qué diantres era la susodicha Arca? Pues bien, a mi entender, el Arca de la Alianza es una suerte de fenómeno u objeto enigmático – esto no está aún suficientemente claro – que fue fabricada en el desierto justo después de que los israelitas consiguieran abandonar Egipto y que sirvió de sacro contenedor en la que guardar las tabas de la alianza que Dios le dio a Charlton Heston, perdón... a Moisés en el Monte Sinaí. Las tablas y el arca que las contenía fueron, por tanto, una especie de testimonio del acuerdo entre Dios y el pueblo de Israel. Si, al igual que hicieron los israelitas, damos por buenas las palabras del Señor, el Arca fue construida en madera de acacia, y forrado por dentro con laminas oro puro, como si no costara... Tenía una tapa con varios querubines cuyas alas convergían en el centro a la manera de protección y un par de barras, al parecer también forradas de oro que hacía que fuera fácil de transportar.

Lo que al Arca la hace tan especial no es, como debería, el que pueda ser considerada como una especie de trono de la misericordia o escabel de Dios... que va; Fue el Arca el que condujo a los israelitas hasta Canaán y, una vez allí, desempeñó un papel decisivo en la caída de Jericó; en otra ocasión destruyó un falso ídolo cuando fue capturada por los filisteos en la Batalla de Eben Ezer e incluso, en una ocasión, se cargó a paisano por osar tocarla sin su permiso. Es decir, el Arca es o era, fundamentalmente, un arma... un arma que además, funciona por sí misma y, lo más importante, siempre en apoyo de su tenedor. No es de extrañar, por tanto, que volviera locos a los nazis que perseguían al Doctor Jones ni, hablando más en serio, que a los nazis de verdad, con Hitler al frente, les pusieran cardiacos las posibilidades de usar el Arca en beneficio propio.

Pero, volviendo a la suerte de la maletita, se supone que años más tarde fue transportada a Jerusalén por el Rey David y, más tarde, instalada por Salomón en el sanctasanctorum del nuevo templo. A partir de aquí, hay que recurrir a la colección de mitos, leyendas y chascarrillos casi sin solución de continuidad; muchos historiadores dan por seguro, ellos sabrán porqué, que el Arca fue destruida por los Babilonios cuando estos saquearon la ciudad en el 586 a.C. Por su parte, las fuentes judías defienden con vehemencia que o bien el profeta Jeremías o bien el Rey Josaiah escondieron el Arca en una cueva o en una leñera abandonada para disgusto de los babilonios. Siglos más tarde, cuando las legiones de Tito arrasaron Jesuralen y arramplaron con el contenido del templo, se da bueno que éste desfiló en procesión por las calles de Roma pero curiosamente, el arco que se levantó para gloria del hijo de Vespasiano muestra a varios forzudos legionarios transportando variadas bagatelas sobre sus hombros pero no hay ni rastro del Arca. Más tarde aún, los musulmanes defendieron su tenencia, esta vez en los desiertos de Arabia e incluso los caballeros de la Orden del Temple la buscaron durante décadas, se supone, que sin resultado.

Sin embargo, la teoría más curiosa y quizá, la más atractiva sobre el destino final del Arca es la que le relaciona con Menelek, hijo del rey Salomón y de la Reina. Parece ser que un pueblo de Etiopía, los falashas, afirman ser descendientes de los naturales de Judá que escoltaron al Arca hasta su supuesto destino etíope. Además, uno de los títulos del monarca era el león de Judá y en su escudo aparecen David y Salomón y... para más inri... la iglesia etíope jura y perjura que el Arca la tienen ellos, eso sí, a buen recaudo. En todo caso, parece muy improbable que, primero, una construcción de madera pudiera haber llegado hasta nuestros días después de tres milenios de devenires varios y, segundo, casi mejor que no aparezca nunca, no vaya a ser cosa de que sirva para algo parecido a lo que mostraba la película y a alguien se le pueda ocurrir leerse el manual de instrucciones...

jueves, 11 de diciembre de 2008

Los 12 trabajos de Hércules


¿Vosotros sois de los que pensáis que, a las primeras de cambio, se ha torcido la mañana? ¿De los que, ante la primera dificultad, miráis compulsivamente el reloj intentando forzar a las manecillas a cumplir con su destino aún más rápidamente? ¿Vuestro jefe se torna manifiestamente insoportable con demasiada facilidad? Pues... que sepáis... que vuestros/nuestros marrones comparados con los que le tocaron al mayor de los héroes griegos, son casi de cachondeo. Veréis... un día Zeus, el padre de todos los dioses del panteón griego, dejó embarazada a Alcmena tras una de esas noches locas en las que a los Dioses, todo les está permitido, y proclamó, quizá víctima de un exceso de tinto, que el próximo hijo que naciera se convertiría en Rey. Al oirle Hera, le legítima esposa de Zeus, forzó el nacimiento de Euristeo, primo de Hércules y retrasó el de éste con el fín de perjudicarle en el posible reparto de títulos y parabienes. Con semejantes antecedentes, es lógico que Hera y Hércules se llevasen tirando a mal, pero todo empeoró definitivamente cuando la parienta de Zeus indujó a nuestro héroe a un ataque de locura del que cayeron víctimas, entre otros, sus propios hijos. Cuando el parricida recuperó la cordura y vio la que había liado, corrió al Oráculo de Delfos a pedir consejo y la síbila de turno le convenció de que, para purgar su mala acción, debía llevar a cabo una serie de diez trabajos irrealizables que serían dispuestos por Euristeo, precisamente el hombre a quien más odioba... ¡De culebrón!

El caso es que Hercules hizo el petate y, puede con la ayuda de su amiguete Licimnio, completó no diez... ¡sino doce complicadísimas pruebas! saliendo triunfante de todas ellas y, de paso, expirando definitivamente sus culpas. ¡Atención al variado sarao de retos con los que tuvo que lidiar...!:
  1. Mató al León de Nemea, misterioso animal que tenía aterrorizada a media Grecia y que tenía una piel tan dura que era impenetrable para lanzas, flechas y cuchillos jamoneros. Hércules, harto de pegarse con semejante bestia, advirtió que su guarida tenía dos entradas con lo que taponó una de ellas y esperó pacientemente a que el animal asomara la cabeza por la otra, momento en el que le estranguló. La piel, efectivamente, era tan dura que para deshollarle, hubo que utilizar sus mismas garras.
  2. Mató a la Hidra de lerna, una especie de monstruo con forma de serpiente policéfala y bastantes malas pulgas que vivía de alquiler en el lago de Lerna y, de paso, custodiando el inframundo que se asentaba en el fondo del lago. Hércules desesperaba en el combate con la Hidra, ya que ante cada tajo que segaba una de sus cabezas, dos más le crecían de nuevo. Afortundamente su sobrino Yolao tuvo la idea de cauterizar cada herida con fuego impidiendo así el nacimiento de nuevas testas.
  3. Capturó al Jabalí de Erimanto, terrible bestia que campaba a sus anchas por toda la Arcadia. Hércules le acorraló hasta una zona boscosa cubierta de nieve, saltó sobre su lomo y le ató con cadenas para llevarle después, sobre sus hombros hasta Micenas. Durante esta prueba murió uno de los mejores amigos de Hércules, el centauro Folo.
  4. Apresó a la Cierva de Cirinia, un animal velocísimo, con las pezuñas de oro, que estaba consagrada a Artemisa y que por tanto, no debía ver derramada una gota de su sangre. Para evitarlo, Hércules pasó una flecha habilidosamente por el espacio entre los tendones y el hueso, atravesando las patas por, literalmente, el pellejo.
  5. Mató a los Pájaros de Estínfalo, pajarracos malsanos y traidores, con garras de bronce y hábitos carnívoros. El pobre Hércules casi desespera pues las flechas no debían de dar abasto con tanto pájaro pero, Atenea, compadecida, le entregó un cascabel mágico que hizo huir definitivamente a las aves.
  6. Limpió los Establos de Augias, un Rey hijo nada menos que del Dios Sol y que participó en su momento en las expedición de los argonáutas. Augias fue bendecido por los Dioses con el don de no tener que soportar enfermedad alguna en sus animales con lo que todos vivían de no creer... y los excrementos no paraban de aumentar, claro. El cabr.. de Euristeo quiso ridiculizar a Hércules encargándole tan malsana labor pero el griego cavó un canal y desvió por él el curso de los ríos Alfeo y Peneo con lo que terminó antes de la hora de Vermouth.
  7. Apresó al Toro de Creta, que luego sería – al loro... – el padre del famosísimo Minotauro... la mamá sería nada menos que Pasifae y la bravura y la ferocidad del animal eran tales que Hércules no intentó luchar sino que subió a su lomo y aprovechando su fuerza, le condujo con maestría ante Euristeo.
  8. Robó el Cinturón de Hipólita que no era, contra lo que pueda parecer, dependienta del Zara sino nada menos que la Reina de las Amazonas e hija predilecta de Ares, Dios de la Guerra. No sabemos si Hércules tuvo que recurrir al secuestro de su hija o incluso compartir cama hasta la mañana siguiente pero, el cinturón, lo consiguió.
  9. Sustrajo Ganado de Gerión, un bicharraco compuesto por los cuerpos unidos de tres semihumanos alados. Con tanta amalgama de brazos y piernas, al bicho no había por donde meterle mano pero Hércules robó uno solo de sus animales y espero a que Gerión, cabreadísimo, le sobrevolara. En ese momento le alcanzó con una flecha que, aderezada con un poquito de sangre de la hidra que había guardado, atravesó sus tres cuerpos del tirón.
  10. Se hizo con las Yeguas de Diómedes que se supone que comían carne humana, principalmente prisioneros de las que las surtía su dueño. Hércules le venció en singular combate y arrojó su cuerpo aún con vida a sus equinos, que se lo comieron con vino y casera. Misteriosamente, se amansaron al momento y Hércules volvió con ellas en plan Ben - hur.
  11. Robó las Manzanas del Jardín de las Hespérides, mítico lugar precioso y afortunado que era cuidado por una maravillosas ninfas cuyo papá era nada menos que Atlas. Hércules consiguió que Atlas marchase a buscar unas cuantas manzanas mientras él le cubría en el desagradable trabajo de tener que sostener el cielo y cuando volvió e hicieron el cambio de papeles, Atlas no pudo dejar de sostenerlo ¡y Hércules huyó con un par de kilos de fruta!.
  12. Capturó a Cervero, el mítico can que custodiaba las puertas del infierno y que, para hacerlo, se ayudaba de sus tres pavorosas cabezas y de su cola en forma de serpiente. A Hércules debió de caerle bien el bicho porque, simplemente, pidió a Hades que se lo entregara y éste lo hizo, con la condición de no dañar a tan curioso animal.

Todo esto que se sepa... :-) Naturalmente, el caracter legendario de semejante catálogo de hitos fantásticos debe servirnos, primero, para hacernos sonreir pero, muy especialmente, para asumir que todo está ya inventado y que historias posteriores como la del Jardín del Eden, tienen poco de originales. Por cierto, en esencia eran diez las pruebas pero Euristeo, aduciendo que había hecho trampa al ayudarse de otros o al desviar el curso de un río, ¡le puso dos de propina!

¿Qué pruebas tendría que pasar un moderno Hércules de turno? ¿Saldría victorioso? Yo, pelín azuzado por el licor de hierbas que el que me acabo de atacar, propongo:

  1. Cobrar el paro siendo autónomo
  2. Conseguir que el Real Madrid no encaje goles en dos partidos seguidos
  3. Hacer que una votación del Congreso estén todos los diputados
  4. Tener éxito en el recurso de un multa en el Ayuntamiento de Madrid
  5. Dar la vuelta en la línea 6 del metro de Madrid sin que se pare
  6. Que Telemadrid hable bien de Zapatero
  7. Que La Sexta hable bien de Rajoy
  8. Encontrar a alguien que recomiende Windows Vista
  9. Actualizar un Iphone sin que se vaya a tomar...
  10. Conseguir que Berd Schuster conteste a una pregunta
  11. Entender completamente una tarifa "plana" de móvil
  12. Y conseguir que los libros de sexto curso de un niño andaluz le sirvan a uno del País Vasco... De que los entiendan, ya ni hablamos... y no es culpa suya, precisamente.



martes, 9 de diciembre de 2008

Marathon, 490 a.C.

Filípides, atravesando la meta...


Cierto día, hace ya bastante tiempo, varios miles de mujeres griegas esperaban a ver si sus maridos habían salido triunfantes de una batalla. El enfrentamiento en sí, se estaba produciendo en una gran llanura, a unos cuarenta y dos kilómetros aproximadamente de Atenas y tenía singular importancia; dejando aparte que en está vida, hay que intentar prevalecer, los rivales de los griegos, los persas se habían ocupado de pregonar a los cuatro vientos el indigno destino que le esperaba a la ciudad – y a sus habitantes – en caso de alzarse con el triunfo. Pues bien, ante semejante panorama, las esposas griegas habían jurado a sus maridos que, si en veinticuatro horas no recibían noticias, serían ellas mismas quienes matarían a su prole, suicidándose a continuación.
El mencionado enfrentamiento se producía al amparo de las Guerras Médicas, que no son las que se producen entre el Consejero madrileño de Sanidad y los sindicalistas, sino entre los griegos y los "medos" o persas. En esta ocasión - porque ambos bandos estaban a la gresca día sí, día también... - muchos miles de persas al mando de Artafernes, desembarcaron al pie de la llanura con la intención de liquidar a los mucho menos numerosos griegos... pero no contaban con el genio de uno de los mejores generales de la antiguedad, Milcíades; Nuestro amigo, algo contrariado por la deserción a última hora de los espartanos, decidió limitar la eficacia de la caballería enemiga a base de pegarse todo lo posible a la ladera de una montaña y concretar toda su fuerza en el flanco, a priori más descubierto. Los griegos, espoleados por la decisión de su jefe y por los malos augurios que se cernían sobre sus familias, canearon a los persas cantidad peeeeero lamentablemente les llevó algo más de tiempo del esperado por lo que corrían el riesgo de que sus parientas, al ignorarlo, ejecutasen su plan y dejasen la polis como un erial...

Menos mal que Milcíades decidió enviar a un joven mensajero a la carrera con el propósito de evitar lo que parecía inevitable. El elegido o enmarronado, según se mire, fue un joven soldado que atendía por Filípides y que acabaría pasando a la historia no por sus virtudes bélicas, sino por su capacidad atlética; recién acabada la batalla, el joven griego recibió la orden y salió disparado a llevar la buena nueva a sus ciudadanos... Filípides, ascendiendo colinas, atravesando valles y riachuelos, logró acortar la distancia de los cuarenta y dos kilómetros que era necesario completar por una especie de camino, hasta los treinta y tantos que se supone acabó corriendo... Al llegar, extenuado, solo tuvo fuerzas para pronunciar el nombre de la diosa griega NikéVictoria – y cayó muerto allí mismito.

Muchos siglos más tarde, su hazaña fue recordada al incluir una carrera de unos cuarenta kilómetros en el programa de las primeras olimpiadas, celebradas en Atenas en 1896. La victoria, como no, fue para un pastor griego llamado Spiridon Louis que consiguió de esta manera la única medalla para la representación de su país, la gloria olímpica y, además, no pagar prácticamente por nada hasta el final de sus días ya que Grecia entera se volvió literalmente loca por su triunfo y se encargó de mantenerle de por vida. Años más tarde, en 1908, la distancia a cubrir en la prueba, que hasta ese momento era muy variable, quedó establecida en 42 kilómetros 195 metros que es la distancia entre el estadio White City de Londres y la puerta del Palacio de Windsor... Se ve que a la reina le hacía ilusión ver la salida...

Hoy día, cualquier persona con una buena forma física y que se prepare durante cuatro o cinco meses, puede salir victoriosa de su particular “batalla de maratón”. Un servidor, que la ha corrido, puede asegurar que si bien no es todo correcta la impresión de que “es una carrera para disfrutar...” la sensación que te produce alcanzar la meta y de paso, acabar con tanto sufrimiento, es indescriptible, por no hablar de los sentimientos de superación, sacrificio y compañerismo que, en un marco como éste, adquieren su verdadero valor.
Saludos.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Guernica, un horror experimental


43º 18’ 55’’ latitud norte, 2º 40’ 39’’ longitud oeste. Altitud sobre el nivel del mar: 21 metros. Tiempo sobre el objetivo, despejado. Visibilidad, buena.

Éste fue el parte meteorológico que el jefe del Estado Mayor de la Legión Cóndor, Teniente Coronel Wolfram, puso a disposición de los pilotos que estaban a punto de participar, puede que a su pesar, en un hecho histórico: el primer bombardeo aéreo y sistemático contra la población civil de una ciudad. Un experimento... un horror experimental... Guernica.

La neblina se detenía justo a la altura de la costa. El objetivo era diáfano y, por consiguiente, no era necesario usar los mapas; bastaba alcanzar el cantábrico y virar para seguir el curso del río oca durante nueve kilómetros hasta situarse en la ciudad sagrada de los vascos. Después, solo quedaba apretar el botón y lanzar el catálogo de bombas que durante los años siguientes alcanzarían la categoría de habituales: rompedoras, explosivas, incendiarias, retardadas... Mientras tanto, ametrallar a campo abierto, perseguir a los que escapaban... tratar de causar a la población el mayor daño posible; que el mundo entero temblara ante la magnitud de la noticia. “Para nosotros – afirmó luego uno de los pilotos que participó en el bombardeo – todas las órdenes son iguales”.

El ataque aéreo sobre Guernica fue algo más que una simple operación en el frente norte de la guerra. La combinación de bombarderos y cazas, cuarenta y tres en total, dejaría la ciudad borrada del mapa, llena de cráteres, de cadáveres, de lamentos. Uno de los objetivos militares – por decir algo – era un pequeño puente que los paisanos utilizaban para pescar el barbo; por ese puente, que varios miles de kilogramos de bombas no pudieron hundir, pasarían las columnas victoriosas de Franco tres días después del bombardeo, a hacerse cargo de lo que quedaba. Porque, para Emilio Mola, aquella población había alcanzado la categoría de nudo gordiano: varios cientos de gudaris, anarquistas, “rojerío” vario... habían alcanzado la ciudad en desbandada y, aprovechando que el 26 de abril era día de mercado, habían permanecido en la ciudad. Pero su capacidad defensiva era nula. Ni antiaéreos, ni artillería... Tan solo viejos fusiles y un par de ametralladoras oxidadas. La población, unos 7.000 habitantes, había crecido anormalmente ante la avalancha de refugiados que huían del avance nacional; las panaderías trabajaban a destajo, las tabernas estaban llenas. Algunos guerniqueses se habían puesto manos a la obra para construir refugios y alguna trinchera pero aquel domingo tocó la banda municipal y se proyectó una película en el cine Liceo. El ambiente era de normalidad.

Mientras tanto, en Burgos, se cargaban en los Junkers y Heinkels unos extraños tubos de aluminio y acero, que encerraban unos 165 gramos de magnesio en su interior, listo para fluir a través de seis aberturas practicadas en la base del tubo, justo en el momento en que las casas se vinieran abajo sobre sus ocupantes. Anteriormente, ya se habían utilizado sobre los barrios obreros de Madrid pero el escenario de calles estrechas, delimitadas por edificios de madera, parecía, esta vez sí, el ideal. Cuando Von Richthofen, extrañado ante la poca entidad del objetivo que le tocaba, preguntó a sus pilotos y consejeros: “¿Saben ustedes algo de Guernica?”... todos se encogieron de hombros. El representante de Franco en la Legión Cóndor si lo sabía pero, según los historiadores, se cuidó mucho de abrir la boca.

Cuando sonó sobre la ciudad la primera de las alarmas, y la segunda, la mayoría aprovecharon para apurar los chatos de vino o terminar de despedirse de su cuadrilla; las alarmas antiaéreas sonaban una decena de veces al día y aquel parecía un día normal. Cuando sonó por tercera vez y los parroquianos se decidieron a encarar el camino de vuelta a casa, el primero de los aviones enfilaba, a más de doscientos kilómetros por hora, la avenida principal. Unos segundos después, empezaban a explotar las casas, que se derruían como una tea incandescente, víctimas de la química que encerraban los nuevos ingenios alemanes. La gente que lograba salir de sus domicilios presentaba horribles quemaduras y era proyectada por la onda expansiva y las deflagraciones a muchos metros de distancia, impactando con violencia con el suelo. La lluvia de acero, de astillas, de fuego, se prolongó durante mucho tiempo, muchísimo, en el que la mayoría de los edificios señeros de la ciudad, ayuntamiento, iglesias... fueron reventados por bombas de doscientos cincuenta kilos. Y aquello parecía no tener fin; desde Burgos despegaron varias escuadrillas y desde Vitoria, cazas de refuerzo. Dos horas después del primer impacto, la humareda tal que los pilotos alemanes reconocieron en sus informes que accionaban la palanca sin tener la más mínima idea de sobre qué iban a caer... Todo acabó a las siete y media de tarde.

La ciudad tardó un día en apagar los incendios y otro en recoger a sus muertos. Todavía campaban en Guernica los rescoldos cuando entraron, al mando de Mola, cientos de requetés, flechas negras italianas y dos compañías de moros de los ejércitos de África. La brigada de zapadores se limitó a instalar unas tiendas de campaña porque, realmente, no había demasiado de salvar y los italianos, siempre tan atrevidos, no perdieron el tiempo de cortejar a algunas mozas de la ciudad; y mientras tanto, en el mundo acabada de estallar otra guerra... la de la controversia sobre los autores y la magnitud de la tragedia... y en ella, parece, que aún estamos.

La primera víctima de la guerra es la verdad

“Ante Dios y la historia que nos ha de juzgar, juro que durante tres horas y media, aviones alemanes han bombardeado con una fiereza desconocida hasta ahora, a la ciudad de Guernika y a su población indefensa” – Lendakari Aguirre, 30 de Abril de 1937

“No debe ser admitida, bajo ninguna circunstancia, una investigación internacional sobre Guernika” – Adolf Hitler, 15 de Mayo de 1937

“Por Dios, convenzan a Franco de que formule una enérgica y tajante negativa acerca de que aviadores alemanes hayan atacado Guernika” – Joaquim Von Ribbentrop, Ministro de Exteriores del Reich, 4 de Mayo de 1937

“Guernika fue incendiada con gasolina por los propios vascos” – Comunicado del Cuartel General de Franco, 5 de Mayo de 1937

“Cuando pasé sobre el objetivo, la población quedó oculta por el polvo y el humo; arrojé las bombas como pude” – Hans Henning, Jefe de una de las escuadrillas, a su superior, 30 de abril de 1937

Encuesta "Mayor legado del Imperio Romano"

Hola a todos.

Como esperábamos, el sistema jurídico ha sido la opción más apoyada a la hora de identificar aquello que podría constituir el mayor legado de los romanos. Es lógico. Todo nuestro sistema de Derecho Civil y Procesal y grandes apartados del Penal se estructuran según hacían los hijos de la loba hace muchos años... la figura del fiscal, los testigos, los recursos... ¡Todo burdas copias!
¿Estará todo ya inventado?

jueves, 4 de diciembre de 2008

Legio VII Gemina, la legión hispana

Restos reconstruidos de la muralla que delimitaba el campamento de la VII...

La legion VII fue originada por la fusión de la legio VII Galbiana con los restos de otra legión disuelta - quizá la I Macriana - recibiendo el 10 de junio del 70 d.C. los molones títulos de Gemina - literalmente, "aquello que nace de dos" - y Felix o "afortunada" por lo que puede considerarse tal fecha su aniversario oficial. Su hoja de servicios, que puede seguirse fácil, y para algunos, apasionadamente a partir de testimonios epigráficos, arqueológicos y literarios fue la que sigue:

  • Entre el 70 y el 73: Acuartelada en Carnutum (Panonia, la actual Hungría) compartiendo base con otra legión, entrenándose y en labores de policía y control de fronteras.
  • Entre el 73 y el 74: Destinada en Germania, en territorios de los Vangiones, colaborando en la pacificación y contrucción de una empalizada en los Agri Decumates, una zona que delimitan los nacimientos de los ríos Danubio y Rhin.
  • 74: Trasladada a la provincia de la Hispania Citerior donde su acuartelamiento acabará dando lugar al nacimiento de la ciudad de León. El campamento tenía unas 20 hectáreas - el quivalente a 28 campos de fútbol - y daba cobijo a unos 4.500 soldados y 1.000 no combatientes. Desde su llegada empezó a ocuparse de tareas relacionadas con el censo, la represión del bandolerismo en la Gallaecia, la construcción de puentes - como sobre el que aún se puede cruzar el río Talaga - y, la más importante, la supervisión de la explotación de las minas del norte de la península.
  • Sobre el 80: Base de entrenamiento y refuerzo de las legiones que tenían su base en Britannia - Isla que los romanos creían más cerca de Hispania de lo que realmente estaba - y de las que luego iba a utilizar Agrícola en sus campañas en Caledonia (la actual Escocia).
  • Sobre el 85: Es dotada con varias unidades de refuerzo, de infantería y caballería, en concreto un Ala y 3 cohortes, esto es, unos 2.500 hombres más.
  • 88: Una vexillatio - es decir, un destacamento - es enviado como refuerzo por Trajano a la orilla del Danubio, para apoyar sus operaciones contra los Dacios. Lucha valientemente y es distinguida.
  • 89: Dos cohortes - unos 1.000 hombres - son enviadas a marchas forzadas - unos 35 kilómetros diarios - a Germania, para colaborar en la represión de la revuelta de Antonius Saturninus, un gobernador que se la estaba jugando al emperador. Lamentablemente, llega cuando ya no es necesaria su ayuda y regresa.
  • Entre el 90 y el 100: Debido a su situación, lejos de las fronteras y relativamente tranquila, es designada como base de entrenamiento de oficiales.
  • 105: Se envía una vexillatio a tierras danubianas como refuerzo ante la segunda guerra dacia de Trajano. Ésto, junto a la escasez de tropas momentánea que sufre la unidad, hace que apenas pueda participar en la construcción del Puente de Alcántara.
  • 122: La mayoría de la unidad pasa a Britannia para combatir a la belicosa tribu de los Brigantes, operando al oeste de Londres - lo sabemos gracias a que se ha encontrado un trozo de cerámica con la inscripción de los alfareros de la legión... - y regresando triunfante.
  • 123: Es visitada por el Emperador Adriano.
  • 133: Ante la escasa calidad de los legionarios acuartelados en el norte de África, refuerza sus posiciones con casi 1.000 hombres.
  • 172: la mayoría de la legión se traslada a territorios de la Baética - la actual Andalucía - para preparar las operaciones contra los piratas que ocasionalmente cruzaban el estrecho para saquear el sur peninsular. Su sola presencia disuade a los adversarios.
  • 184: Una vexillatio es enviada a reforzar las tropas con las que Marco Aurelio trata de conjurar el peligro de los pueblos transdanubianos, en especial los marcomanos. El contingente "Español" traba combate frecuentemente y es prácticamente eliminado
  • 209: Un gran destacamento marcha apresuradamente a Panonia para sustituir a varias unidades de infantería auxiliar que habían sido destruidas.
  • 231: Tres cohortes, unos 1.400 hombres, son enviados como refuerzo ante la campaña de Alejandro Severo en Persia. Nunca volverían.
  • 259: Ante su grado de excelencia en el entrenamiento, se la sustraen 1.000 hombres para constituir el germen de una nueva legión.
  • 289: Se ejecuta a uno de sus centuriones, Marcellus, bajo la acusación de practicar el cristianismo.
  • 310: La legión es "troceada" en varias unidades menores que marchan a la región danubiana, a Moesia - la actual Bulgaria - y a Siria. En su campamento quedan menos de 800 hombres con la función de mantenerlo operativo y desempeñar funciones de policia y de mantenimiento de vías.
  • 320: Ante las modificaciones que sufre el ejército bajoimperial, la legio VII pasa a tener solo 1.200 hombres.
  • 311: Fortifica su campamento, que pasa a estar íntegramente construido de piedra.
  • 350: Aparecen de forma recurrente dificultades para pagar las remuneraciones a los legionarios.
  • 409: Contingentes de Suevos, Vándalos y Álanos, tribus de raiz germánica e irania, alcanzan la península por los pirineos. Se produce algún choque esporádico pero, ante la falta de poder efectivo, ambas partes dejan de acometerse y se ignoran.
  • 422: Los vándalos derrotan en la Baética a un contingente Hispano - romano donde pelean grupos más o menos organizados de soldados pertenecientes a la legio VII. Su jefe, Castinus, es derrotado. La legión deja de existir.

No esta mal ¿verdad...?

Enemigos de Roma: Los Cántabros

Detalle de la orfebrería cántabra, probablemente un botón
Cantabricii... o Cántabros... una palabra que, alrededor de finales del siglo I a.C, al legionario medio le motivaba que se le abrieran las carnes. Pocos, muy pocos enemigos se encontraron las águilas romanas que les opusieran la resistencia, sistemática siempre, feroz y cercana a la locura la mayoría de las veces, que este pueblo altivo y orgulloso era capaz de desplegar antes sus enemigos. Pero vayamos por partes...

Cántabros fue el nombre dado por los romanos a un conjunto determinado de pueblos, algunas veces no demasiado homogéneos, que habitaban el norte de la península y cuyo territorio se extiende por lo que hoy son las modernas provincias de Cantabria, gran parte de Burgos y de Palencia y retazos de León y del Principado de Asturias. No es cuestión de aburriros con topónimos y demás zarandajas... Quedaos con que los romanos les conocían desde el siglo III a.C. y que les metían a todos en el mismo saco étnico, puede que por el considerable grado de mala leche con la que se conducían casi siempre. Más científicamente, se les podría alistar en el gran conglomerado de pueblos con raíces más o menos celtas que llegaron a España entre el 350 y el 300 a.C.

Estrabón, el gran geógrafo griego que describió con soltura a la gran mayoría de los pueblos hispanos, también nos dejó una buena semblanza de los cántabros, probablemente porque le llamaron más la atención que los demás. Estrabón les observó con interés y denotó que ¡oh, sorpresa!... su sociedad era eminentemente matriarcal, esto es, que mandaban las mujeres – menuda novedad... – Ojo, también hay que decir que mandaban y predicaban con el ejemplo porque según el griego “... ya estaban labrando los campos recién paridas, o elaborando el pan con la harina de las bellotas que ellas mismas recolectaban y molían, o cosiendo los vestidos con los que se abrigaban... " ¡Claro! Ya que ellas eran las que trabajan, por lo menos también eran las que firmaban los cheques...

Aunque la verdad es que cheques, lo que se dice cheques, tampoco hacían falta; recurrían sistemáticamente al trueque – como vamos a hacer aquí si no mejora algo el asunto... – ya que no conocían el numerario. Además, eran razonablemente limpios, ya que dejaban pudrirse unos orines con los que se lavaban las axilas y los dientes, conocían la herboricultura, ya que manejaban una considerable colección de hierbas con las que elaboraban venenos y medicinas y, contrariamente al español medio, apenas probaban el vino y, sin embargo, eran muy dados a la cerveza. Pero ¿y los hombres, a que se dedicaban? Pues, básicamente, a abrir la cabeza al legionario de turno. Me explico: los cántabros vivían en unas tierras en las que la agricultura era muy costosa y con las bestias, parece ser que no se manejaban tan bien como sus vecinos los Arevacos así que, año sí, año también, con los deshielos de las primeras nieves descendían de sus santuarios en las montañas y saqueaban las tierras de las tribus vecinas, por lo civil o por lo criminal. Entre que algunas de estas tribus ya eran muy amigas del mundo romano – en el fondo más súbditas que amigas – y que, una vez muerto Julio César, a su sobrino Augusto le hacía falta una guerrita para quedar bien con su pueblo, en el año 26 a.C. nada más y nada menos que ¡siete! legiones se dieron cita para canear a los pobrecitos cántabros.

Al principio la cosa no fue bien, pero es que luego fue peor; la táctica de los cántabros consistía en una guerra de guerrillas, evitando la confrontación directa con los romanos y zurrándoles la badana en cuanto que éstos se daban la vuelta. Su mayor conocimiento del abrupto terreno del norte peninsular y su habilidad con el armamento ligero – al parecer eran casi tan buenos como los baleares con la onda y excelentes con la jabalina – les facilitó el trabajo y generaron tal ataque de nervios en Augusto que tuvo que retirarse a Tarragona a descansar. Sólo la superioridad técnica romana, la participación del mejor general de Augusto en la contienda, Agripa, y la acción combinada de las legiones y la flota del norte, pudo poner fin a la contienda en el 16 a.C. El coste fue altísimo: aparte de miles de crucificados por los romanos – muchos de ellos se ponían a cantar una letanía religiosa, lo que ponía de los nervios a sus verdugos – y muchos miles más esclavizados en la Galia, apenas hubo supervivientes ya que fomentaban el suicidio ritual y las madres asesinaban a sus hijos si sospechaban que tenían posibilidades de caer en cautiverio. De hecho, cuando recibieron orden, acabada la guerra, de renunciar a sus castros montañosos y establecerse en los valles, los romanos, recelando de su escaso número, mandaron patrullas... que no consiguieron encontrar a casi nadie más.
LAS CLAVES
  • La guerra contra los Cántabros y Astures fue sobre todo, una guerra política. Augusto era un soberano débil que necesitaba ser reforzado por un triunfo en política exterior. Pero costó mucho más de lo esperado, muchísimo...
  • Los cántabros iban vestidos enteramente de negro o de parduzco, al menos los hombres. Las mujeres recurrían al rosa o rojizo como tono habitual de trabajo y para las ocasiones especiales... ¡que mejor que el verde!
  • Augusto tardó 10 años en conquistar un territorio equivalente a la provincia de Cáceres. Su tío, Julio César tardó poco más de seis en conquistar toda Francia...
  • Todavía en tiempos de Nerón, a la altura del 60 d.C. tenemos noticias de expediciones militares para pacificar a los Cántabros lo que indica la belicosidad de éstos. Para controlarlos y para explotar las minas de oro del norte penínsular, los romanos destinaron a León a la legio VII Gemina, teniendo así, Hispania, el honor de ser la única provincia del Imperio donde, sin lindar con un enemigo declarado, era necesaria la presencia de un contingente armado.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

El último confín... Hydaspes


Una mañana de junio del 326 a.C. un rey indio llamado Poros movilizó un poderoso ejército de muchos miles de hombres, trescientos carros de guerra y doscientos elefantes y lo acampó en la orilla izquierda de un río llamado Hydaspes. El mencionado curso de agua, que por momentos se ensanchaba violentamente impidiendo el cruce tanto de personas como de bestias, separaba, de hecho, Asia central del subcontinente indio. En la otra orilla, un guerrero macedonio, lleno de heridas, esperaba junto con su ejército; habían hecho un larguísimo viaje que, durante los últimos ocho años, les había llevado combatiendo y en ocasiones en medio de graves penalidades, hasta lo que para ellos representaba de hecho, el final del mundo conocido.

Todos ellos eran, más que soldados, compañeros de su líder; veteranos de batallas y asedios, portadores de enormes cicatrices, dueños de un cuerpo magullado y un alma extenuada, y sabían que en esta ocasión no se encontraban frente a uno de tantos enfrentamientos a los que su jefe les había conducido. En aquel remoto lugar, lo que se les ofrecía no era una, sino dos pruebas; no se trataba solo de imponerse al adversario... si lo hacían, deberían además elegir si querían acompañar a Alejandro hacia lo desconocido, entendido esto como algo aún más desconocido que lo de costumbre. El macedonio cruzó el río, al mando de casi la mitad de sus infantes y dos escuadrones de jinetes escogidos, gracias a dos pequeños islotes que habían quedado al descubierto y que acabaron formando un enorme meandro. Una vez en el otro lado, tuvo el tiempo justo para disponer a sus hombres y dirigirse a ellos, brevemente, antes de que la vanguardia de Poros, al mando de su hijo – probablemente con el mismo nombre... - les atacara salvajemente. En medio del combate subsiguiente, se reveló que las fuerzas asignadas por el padre a su retoño eran escasas y éste, demostró su valor – si es que se puede hablar de esta manera... – arrojándose al mar de muerte que formaban las sarissas macedónicas y falleciendo en el acto.

Sin embargo, los elefantes de Poros se encargaron de reestablecer un precario equilibrio, gracias sobre todo a que el olor que desprendían y el sonido de su barrito generaban tal pavor en los caballos de los macedonios que les volvían literalmente ingobernables. Para Alejandro, cuya habilidad residía sobre todo en introducir a su caballería de élite en las filas enemigas por los espacios que dejaba libre su infantería, quebrar aquella muralla de carne y colmillos era, sencillamente, una entelequia. Y ahí, el macedonio de los rizos de oro mostró la única cualidad que se repite de forma sistemática en todos aquellos que triunfan, que prevalecen... su capacidad de adaptación. De su masa de caballería, separó a un contingente formado por los mejores – o los que menos apego le tenían a la vida – y provocó de forma sistemática a uno de los flancos de Poros; En algún momento, aquel enorme indio - quizá midiera más de dos metros... - no pudo soportarlo más y acudió en ayuda de sus hombres, perdiendo la cara a la falange y arrastrando a sus elefantes a un movimiento similar. Cuando estuvo claro que el pez había picado, Alejandro mostró su as en la manga; primero cubrió el cielo con miles de flechas que impactaron contra los terribles paquidermos, luego ordenó a su infantería que los acometiera, de lado como estaban, con toda la furia de la que fueran capaces y por último, lanzó a la otra mitad de su caballería, que había estado escondida entre los matorrales durante gran parte de la batalla – y que seguro, Poros había olvidado –, a culminar la encerrona.

Los elefantes, aseteados, en medio de un hediondo olor a sangre, con las lanzas de la infantería griega clavadas en sus costados y con la amenaza de cientos de jinetes sin ni siquiera poder girarse para acometerlos, enloquecieron, emprendiendo una frenética huida en los que amigos y enemigos fueron tratados por igual y que acabaría transformada en una auténtica desbandada de la que, como siempre, Alejandro salió triunfante.

Tras casi diez horas de lucha, muchísimo para lo que era corriente en aquellos días, Alejandro y sus hombres alcanzaron por fin la última puerta de aquel viaje triunfal por los universos conocidos. Y fue allí donde sus caminos y sus almas se separaron de forma definitiva. Fue allí donde un grupo de hermanos le comunicaron a su jefe, al hombre en quien habían encomendado su destino durante tanto tiempo, que si quería emprender la conquista de un nuevo horizonte, debería hacerlo sólo y fue allí donde un hombre que parecía no tener límites encontró el suyo, quizá de la manera más dolorosa posible, en el punto más alejado de su partida e inmediatamente después de uno de sus más memorables triunfos.

¿Moraleja? puede ser... Tal vez debamos tener presente que hay cosas para las que ni siquiera nosotros estamos capacitados y que nuestra cota, nuestro cenit, podría estar aún muy lejano o tal vez no... quizás esté a la vuelta de la esquina. Tratemos de entener cada instante como el último entonces...

“A donde yo voy... no puedes seguirme” Juan, 36