domingo, 30 de noviembre de 2008

Álvaro de Luna (1390 - 1453)

Entierro de "Álvaro de Luna", de Eduardo Cano

En 1158, trece valerosos caballeros que guerreaban en la región de Cáceres, ofrecieron sus servicios a Castilla para proteger a los peregrinos en la ruta a Santiago de Compostela. Para conocimiento de los viajeros y supongo, por algo de presuntuosidad, tomaron el nombre de “Los trece caballeros de Cáceres” y se esforzaron en aumentar sus hazañas y en ser bien conocidos por amigos y adversarios. Años más tarde, cuando reunían una cincuentena de acólitos, fueron recompensados – por decir algo... – con la defensa de la ciudad de Uclés, fronteriza con los musulmanes. Con el paso del tiempo, se fueron expandiendo a base de acciones militares, enrolamientos varios de jóvenes y no tan jóvenes y alguna herencia que les cayó y, en 1175, el propio Alejandro III, Pápa para más señas, consagró su noble propósito y les autorizó a tomar el patronaje del santo más español... pasaron a ser Caballeros de Santiago.

Y la Orden triunfó; fundamentalmente por dos razones: la ligereza de su regla y lo florido de sus intervenciones guerreras... me explico... Los caballeros de Santiago eran muy religiosos: estaban obligados a levantarse un montón para orar, debían ir a misa al menos 3 veces al día, observar la cuaresma, el ayuno peeeeeero, a diferencia de órdenes más duras, estaban autorizados a casarse, a conservas sus posesiones y a tener sirvientes. Claro, con semejantes dádivas, era de esperar que todo el famoseo español de la época suspirara por pertenecer a una élite que les permitía no tener que renunciar a nada. Por otro lado, como estaban en plena zona fronteriza y les eran encomendadas duras misiones, las posibilidades de ascender eran grandes. En compensación por tan laxa regulación, a la muerte de los hermanos, todos sus bienes revertían en la orden, con lo que los “Santiagueros” fueron haciendose más y más y más ricos a cada paso...

De sus Grandes Maestres, sin duda el más conocido fue Don Álvaro de Luna. Nacido en 1390, fue sobrino de Pedro de Luna que además de arzobispo de Toledo y antipapa, fue uno de los grandes protagonistas del Gran Cisma de Occidente. Primero Paje, y más tarde favorito del rey de Castilla, Juan IIparece que demasiado favorito... – su ascensión fue igual de fulgurante que su caída. Llegó a convertirse en el personaje más importante de Castilla, después del Rey y, muy probablemente, también el más rico. Bajo de estatura, de porte erguido y disciplinado, era animoso para el combate y para la vida y allá a donde iba generaba, con su poderoso atractivo personal, una verdadera riada de gentes que le pedían absolutamente de todo... y es que la situación era verdaderamente complicada en Castilla.

A la muerte del Enrique III, en 1406, su hijo Juan II sólo tenía un año y pico de edad. Con los nobles revoloteando como cuervos alrededor de su cuna, no quedó más remedio que confirmar en la regencia a Fernando de Antequera, hermano menor del difunto Rey, que debía de ser de todo menos tímido, ya que en el breve plazo de algunos meses, puso a dos de sus hijos como Grandes Maestres de las órdenes de Santiago y Calatrava y se lanzó, de forma bien imprudente, a la conquista del reino moro de Granada... resultando muy bien descalabrado.

Ante su fracaso, parte de la nobleza más rancia de Castilla se echó a la calle – en aquel periodo tambien se manifestaba ocasionalmente la derecha... - para además de pedir responsabilidades, ver que se podía pescar en el río revuelto. Álvaro de Luna, también lo hizo, con la salvedad de que estaba apoyado por la baja nobleza, parte del clero, la oligarquía de las ciudades y el lobby judío que, presionando sin cesar, lograron mandar a Fernando de regreso a Aragón y aupar a la corona a Juan II, que entonces tenía catorce años. Álvaro, que desde hace tiempo tenía gran ascendencia sobre el Rey, había llegado a la cima.

Pero las tensiones en Castilla eran extremas y estaba claro que el asunto no iba a quedar así. Desde Inglaterra a Portugal, pasando por la alta nobleza o los infantes de Aragón, todos deseaban ver a Álvaro en una caja de pino. El de Luna empezó dormir con un ojo abierto y otro cerrado, desconfiando hasta de su sombra hasta que, para tener a los nobles ocupados, montó una segunda operación contra Granada, mucho mejor preparada que la primera, que después de un resonante triunfo en Higueruela, en 1431, no pudo tomar la ciudad por poco. A partir de ahí, la vida de Álvaro transcurría entre intentos de exilio por parte de sus enemigos y correrías de todo tipo, caneando por el camino a sus adversarios en la Sierra de Gata (1442) y en la primera batalla de Olmedo (1445).

En aquel momento, ya era Condestable de Castilla, Gran Maestre de Santiago y el personaje más importante del reino, su poder parecía incontestable... pero eso mismo aceleró su caída, esta vez definitiva. La segunda esposa de Juan II, Isabel de Portugal, que sería madre de Isabel la Católica, le odiaba profundamente debido al conocimiento que tenía de sus intrigas y manejos y “apretó” a su marido hasta que éste, harto, no tuvo más remedio que abandonar a Álvaro a su suerte. Fue arrestado en el Castillo del Portillo, en Burgos. De ahí fue trasladado en una jaula hasta Valladolid donde, a petición de la alta nobleza y con el visto bueno de Juan, fue degollado en su Plaza pública, en 1453.

Dedicado a Lunarroja.

LAS CLAVES

  • Álvaro era un aceptable lancero, un buen caballero pero sobre todo, un gran poeta y orador con una atractiva personalidad. Con una belleza angulada y la tez clara, un tanto femenina incluso, manejaba de tal manera a Juan, que durante los siglos posteriores la historiografía española no tenía dudas acerca de que sin duda, había sido obra de un encantamiento.
  • Su expedición a Granada estuvo a punto de conquistarla y probablemente habría sido así si no fuera porque un terremoto les causó algunas pérdidas y un cierto desasosiego, aunque la leyenda dice que fue sobornado con un carro de higos... que encondía una enorme moneda de oro en cada uno.
  • Su lucha fue la de la pequeña nobleza, la ciudades y el clero regular contra la alta nobleza y el clero regular. En cierto sentido representó los mismos sentimientos que impulsarían, un siglo después, a los hidalgos castellanos a triunfar en el Nuevo Mundo... el deseo de prosperar.
  • Álvaro nos ha dejado unas 16 obras en verso, dedicadas en su mayoría a las mujeres, a las que consideraba, más allá de falsos idealismos y sin ningín afán pastelero... dignas de la más alta consideración y atención. Lamentablemente, si alguien quiere acceder a ellas, no tiene más que releer a Boccaccio... Son demasiado parecidas.
  • Su muerte, en el cadalso, ha motivado no menos de medio centenar de cuadros románticos de los más grandes autores españoles.

4 comentarios:

Lunarroja dijo...

Un placer como siempre, Sr. Caboblanco.
Gracias, y besos hoy más lunáticos que de costumbre.

padawan dijo...

Interesante artículo. Esta es una de las partes de nuestra historia que menos conozco, a pesar de ser de las más interesantes, pero claro, lo que vino poco después la eclipsa un poquito :)

En una de las claves se te ha colado algo: "Su lucha fue la de la pequeña nobleza, la ciudades y el clero regular contra la alta nobleza y el clero regular"

Anónimo dijo...

Hola, he tardado en responderte, pues acabo de regresar de un lugar accidentado de la serranía peruana; sólo por un día, pero ya pronto regreso definitivamente; gracias por la visita saludos desde Perú.

Anónimo dijo...

Por asociación de ideas he recordado a Pedro López de Luna también aragonés (como el antipapa), llegó a obispo de Zaragoza en 1314.
Ignoro si era familiar de Pedro Martínez de Luna ya que Álvaro de Luna era hijo natural de Álvaro Martinez de Luna.
Me pierdo con tantos Lunas.
Saludos