martes, 29 de julio de 2008

¡A la porra!

Hace casi cinco siglos, cuando miles de españoles encaminaban sus pasos, pica al hombro, hacia Flandes, nuestro Vietnam particular, el sangento mayor de cada Tercio animaba, mandaba y amenazaba a sus hombres con una especie de gran garrote que recibía el inequívoco nombre de “porra”. Cuando, al final de la jornada, la marcha del tercio llegaba a su fín, el mencionado sargento indicaba el lugar en el que debía levantarse la tienda del cuerpo de mando clavando el extremo inferior de la porra en el suelo. En el interior de la tienda se custodiaba el mayor tesoro de una unidad con el componente espiritual tan marcado como los tercios españoles: su bandera… amén de la caja con la soldada… en las escasas ocasiones en que era posible liquidar a nuestros abuelos sus retribuciones.

La porra, también hacía alusión a otro curioso lugar, esta vez mucho menos glamuroso; Atados a ella se encontraban, encadenados, los soldados arrestados o aquellos que se encontraban a la espera de juicio sumarísimo con lo que, cuando estaban cansados, no les quedaba otro remedio que sentarse en torno al mencionado palitroque. En aquella suerte de luchadores pendencieros y malhablados que constituían una de las mejores infanterías del mundo, motivos para castigar, sobraban… con lo que al poco de instauranse la medida, los alrededores de la porra parecían el intercambiador de Monclioa en hora punta. Muy pronto, los soldados, con bastante retranca, acuñaron la expresión “mandar a la porra” primero como sinónimo de castigo e inmediatamente después, para indicar el camino a seguir a todo aquel que no era bienvenido en absoluto.

Curiosamente, un servidor va a proceder a mandar a la susodicha porra su actual trabajo. ¿Qué por qué? Pues, primero, porque sus actuales funciones y competencias andan – modestamente, no me entendáis mal… - muy por debajo de sus habilidades… ¡Qué queréis que os diga! Reivindico mi razón a ejercer el mayor de los derechos laborales de este país: ascender hasta llegar a un puesto para el que resulte manifiestamente incompetente. En segundo lugar y ahora hablo totalmente en serio, en esencial para un buen ambiente laboral que el empleado se sienta mal pagado y que su jefe se levante cada mañana pensando que paga demasiado. Si este axioma se invierte, llegamos al anatema empresarial, esto es, que puedo pagarme lo que me salga de los mismísimos y a mí jefe le da absolutamente igual… y si es así, solo puede ser porque tú también le das igual, o porque no conoce tu trabajo, o incluso las dos cosas. En este punto, mejor echar pie a tierra y cargar tú solo con el botijo… Y tercero, aunque no soy mucho de ir contracorriente, como dijo Benjamín Franklin, una revolución de vez en cuando es muy saludable…

Veremos que nos depara el futuro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder tío, que te das unas perdidas de Campeonato Mundial. Suerte, mejor dicho, éxitos en tus nuevas ocupaciones, y no olvides el BLOG, que ya me he acostumbrado a pasar por aquí.

Como dirían los latinos de hace 2000 años: KATIUM CAPTURIEUN BOSUT TAGUREUN... jajajaja, es broma hombre, que de latín conozco tanto como mi perro de números romanos.

Greeneyes, Panamá.

Turulato dijo...

Tengo una vaga idea de que la porra que cita tiene una heredera, la maza bastón de los músicos mayores anglosajones.
Ya que parece haberse decidido a comportarse a la no española y es bueno que su mente se distraiga de vez en cuando, ¿podría contarnos algo sobre si es así o solo tengo un recuerdo de una noche de cuchipanda barata?