domingo, 26 de junio de 2005

El reclutamiento (I)

Signaculum

Del 235 al 238 d.C., el Imperio romano fue gobernado por un coloso tracio conocido como Maximino. Según la Historia Augustea, en otro tiempo habría ejercido la profesión de pastor y después, pasó lo esencial de su vida en los campamentos, donde fue ascendiendo sin prisa pero sin pausa por los diferentes grados, hasta alcanzar el más elevado de ellos. Una historia de este tipo tiene un carácter excepcional, y sin duda, es en parte ficticia; pero de cualquier manera, queda claro que el destino de este personaje se urdió el día en que ingresó en el ejército. De este ejemplo se deduce, en primer lugar, la importancia del reclutamiento.

La leva propiamente dicha recibía el nombre de Dilectus y se confiaba siempre a un responsable que ocupaba un alto cargo en la sociedad romana, generalmente, el de Gobernador de la provincia donde se acuartelara la unidad que solicitaba el reclutamiento. En cualquier caso, no debemos entender dicha leva en el sentido moderno del término, por varias razones; en primer lugar, no todos los “reclutas” iniciaban su servicio militar desde el primer escalón. Así, un hijo de un ciudadano perteneciente al ordo equester comenzaría su carrera por las unidades de caballería, y el hijo de un senador generalmente desempeñaría un tribunado dentro de la legión. Para la inmensa mayoría restante de ciudadanos, es decir, las clases más bajas, las posibilidades de acceder al ejército por otra puerta que no fuera la de la infantería rasa, eran sencillamente nulas. En segundo lugar, aunque teóricamente los ejércitos de Roma estaban formados por conscriptos, las condiciones de servicio eran tan atractivas al principio, que las solicitudes de ingreso voluntarias casi siempre hacían innecesario el reclutamiento forzoso. En el caso en que una situación fuese tan grave para que ni la conscripción ni el voluntariado colmaran la demanda, siempre se podía recurrir al servicio de los veteranos retirados, esto es, una especie de reserva movilizable moderna.

Naturalmente, no todos los jóvenes eran aptos para la carrera militar; de dilucidarlo se encargaba un examen previo que recibía el nombre de probatio. Este control se realizaba sobre tres aspectos principales: físico, intelectual y jurídico. El primero garantizaba una buena conformación general del joven, una edad de entre 16 y 32 años, su efectiva pertenencia al sexo masculino y una altura media de 1.65 metros, que se verificaba haciendo pasar al aspirante por debajo de un palo horizontal llamado toesa. En lo intelectual, era inexcusable el conocimiento del latín pues era la lengua de mando para todo el Imperio, y recomendable que supieran leer, contar y sumar. Finalmente, y esto no era lo más sencillo, intervenía el aspecto jurídico, omnipresente en la civilización romana: se le solicitaba al joven que probara su origen y su ciudadanía; en caso contrario se le asignaba a alguna de las unidades de Auxilia, tropas de rango inferior donde servían los no ciudadanos. Además, se comprobaba que el aspirante no hubiera desempeñado alguno de los trabajos considerados indignos y que prohibían el acceso al ejército, como mercader de esclavos, instructor de gladiadores o ¡actor! - posiblemente por la leyenda de amaneramiento que rodeaba a estos últimos - También había que acreditar que no se arrastraban antecedentes penales.

Si el reconocimiento había resultado óptimo, si no se tenia un pasado del que avergonzarse y si no se había caído demasiado gordo al oficial de turno, el joven dejaba de ser un probatio para convertirse en tiro o recluta, un estado intermedio en el que se dejaba de ser civil pero aún no se estaba en condiciones de ser considerado militar. En efecto, aún esperaban tres formalidades más. Como la sociedad romana estaba estructurada en órdenes, había que inscribir al tiro en las listas correspondientes, las in numeros referri. Además, recibía el signaculum, una especie de tablilla de metal que se colgaba al cuello y que indicaba la unidad a la que se había quedado adscrito. Por último había que prestar juramento ante los Dioses y el Emperador, comprometiéndose a servir bien. Esta ceremonia tenía lugar tras cuatros meses de duro entrenamiento y recibía el nombre de sacramentum. En cualquier caso, el sacramentum no tenía el colorido de nuestras modernas juras de bandera ya que apenas duraba unos minutos. El tiro que era considerado más espabilado por los mandos, avanzaba ante el águila de la legión y pronunciaba un juramento ritual ante sus compañeros, que respondían Idem in me o "yo, lo mismo".

Constantino tuvo que cambiar el nombre de dicha ceremonia ya que los cristianos lo consideraban incompatible con su propio sacramentum, el bautismo, y se negaban a participar en ella...

2 comentarios:

Turulato dijo...

Creo que la gran aportación de Roma a la Humanidad fué su Derecho, pero después de leer el artículo añado la Organización.
Y sobre el exámen de idioma.. Yo llegué al Army no mucho después de terminada la guerra de Vietnam. En USA no existe una lengua oficial, en el sentido que le damos aquí, lo que generó muchísimos problemas en el Ejército.
Uno de mis amigos me contó lo ocurrido a un compañero suyo de Infanteria; dió por supuesto que todo sus soldados conocían el "Globe Theater" y les ordenó un avance en un inglés correctísimo..
Cuando se quiso dar cuenta, estaba "más sólo que la una"..
Luego se enteró que el grupo de hondureños-guatemaltecos-dominicanos-puertorriqueños-.. (en busca de la ciudadanía USA) que componían su sección no habían comprendido la orden y comentaban entre ellos: "¡Huevón de yanquí. Qué nos deja solos..!".

Luis Caboblanco dijo...

Son curiosas las similitudes entre el mayor Imperio de la antiguedad y los Estados Unidos de América en l actualidad. De igual manera que los sudamericanos protagonistas de tu anécdota se enrolaban en el ejército para conseguir la ciudadanía, miles de celtas del piamonte, íberos de Hispania o pastores de Pannonia o de Grecia se enrolaban en los cuerpos auxiliares de las legiones para conseguir la ciudadanía romana para ellos y sus hijos. En el fondo, a lo largo de todas las épocas, todo el mundo ha buscado una salida, un mundo nuevo, un futuro para ellos y para sus familias...