miércoles, 1 de junio de 2005

¿Aprenderemos algún día?

Anoche, de madrugada, un servidor se emocionó. La culpable, fue la cadena de televisión TELE5; y a fe que yo soy el primer extrañado, pues la “cadena amiga” hacia tiempo que solo conseguía estimularme de tripas para abajo. Pero ayer, al anochecer, las bufonadas, los freakies, los debates del absurdo, los gritos…nos abandonaron porque alguien, bendito él, decidió descorrer las cortinas y abrir las ventanas de par en par. ¿El resultado? Información; pero información con mayúsculas: la tragedia del YAK-42, contada como nunca antes, ni siquiera en una cadena pública, habíamos tenido la oportunidad de contemplar.

Gracias esa luz, la claridad se apoderó de mi mente y, en minutos, empezaron a caer estereotipos, prejuicios, trincheras e ideas preconcebidas. Creo que jamás estuve tan lúcido a la una de la mañana y creo que hacía tiempo que no agradecía tanto una noche de televisión. Pero al poco, la situación me superó; había conseguido airear mi cabeza pero no estaba preparado para lo que se le venía encima a mi corazón.

De pronto, empezaron a aparecer en mi salón, hermanos de muertos, viudas de muertos, padres de muertos…gentes de toda condición a los que la vida había escogido para propinarles un golpe fatal: la pérdida de un ser querido. El dolor de todas esas personas no solo ocupó la pantalla de mi televisor, sino que fue aún más allá, y me ató de tal manera, me invadió de tal forma, que fui incapaz de levantarme, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera en esas personas y conseguí algo indescriptible, una de las sensaciones más emocionantes que puede experimentar un ser humano: sentir el dolor ajeno como propio.

Pero lo más impresionante era, cómo aquellas personas a las que Estado había abandonado, engañado e incluso amenazado, eran capaces de ponerse ante una cámara y expresar su inmensa pena con tanta serenidad y entereza. Aquellas madres y padres confiaron al Estado, a todos nosotros, lo que más querían: sus hijos; y ahora, un Ministerio, en nombre también de todos nosotros, no lo olvidemos, y con su jerifalte de turno a la cabeza, les daba la espalda y apelaba, con la cara de mármol, a las socorridas casualidades de la vida, a los omnipresentes cúmulos de mala suerte…al no pudimos hacer más.

Sí se pudo. Se pudo haber buscado un método de contratación donde prevaleciese la seguridad y no el precio; se pudo haber fletado aviones españoles, que para eso están; se pudo haber hecho caso a los mails y las cartas que denunciaban fuselajes roñosos y neumáticos gastados pero, sobre todo, se pudo haber tratado a esas personas con la amabilidad y deferencia que merecen aquellos que dan lo mejor que tienen sin esperar nada a cambio. En definitiva, se pudo haber buscado el perdón por el camino de la verdad, pero se alcanzó el de la infamia porque se cogió el atajo de la mentira.

Ojala estas personas alcancen el reconocimiento de los poderes públicos que ellos y sus muertos se merecen; Ojala que les alcance la justicia, que al fín y al cabo emana de todos nosotros y se administra en nuestro nombre; Ojala que sus corazones alcancen la paz.
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En el año 9 d.C. tres legiones romanas fueron aniquiladas en las selvas de Germania, a causa de la incompetencia de sus jefes, la falta de preparación adecuada y a un cúmulo de decisiones erróneas. Muchos miles de hombres se dejaron la vida defiendo un ideal, una idea de Estado.

Pero en esta ocasión, su Estado no les abandonó. Seis años más tarde, en el 15 d.C. Germánico convenció a Augusto, su abuelo adoptivo, sobre la conveniencia de constituir un cuerpo expedicionario que, después de alcanzar el punto de la masacre, procediera a dar sepultura a los muertos que, según las fuentes, aún permanecían en el lugar de los hechos.

Germánico llegó a las Selvas de Teotoburgo al comienzo del 16 d.C. y lo que vio, según Tácito, fue espeluznante. El gran general cabalgó por caminos acotados por estacas que sostenían cráneos humanos; páramos con esqueletos de legionarios y centuriones aún con la cota de malla puesta, sacrificados en el altar de los Dioses germanos; cascos colgados de los árboles conteniendo costillas y huesos de las manos y los pies… Durante semanas, y en medio de un peligro creciente, las dos legiones que componían la expedición trabajaron a turnos y, mientras una se colocaba frente a la dirección más probable del ataque, la otra sepultaba a sus muertos.

Augusto estuvo de acuerdo en legalizar la situación de los huérfanos y concederles subsidios o pequeñas parcelas de tierra.

Roma cumplió con sus hijos. Tomemos nota.

2 comentarios:

Turulato dijo...

Sobre la parte del artículo referida al "Yakolev 42": Impecable.
Sobre el último párrafo de esa parte: Escepticismo total.
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Estaré encantado de recibir tu correo. Muchas gracias.
No, no sé alemán. Mis estancias profesionales en Alemania las "viví" en inglés.
Pero soy capaz de aprender. Me vendría bien.
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Uno de mis abuelos me recalcaba que había que tratar siempre de "don" a quien tuviese estudios iguales o superiores al bachiller elemental.
O lo que es lo mismo, a quien guíe su comportamiento mediante el conocimiento y el afán de saber.
Don Luís, hace tiempo que le adjudiqué merecídamente el "don"..

Luis Caboblanco dijo...

La bibliografía ya habrá llegado a tu correo. ¡Pero no me dejes de leer!

(creo he tirado piedras contra mi propio tejado...)